sábado, 4 de noviembre de 2017

Resumen

Hace más de un año que no escribo aquí, aunque en realidad no es como si antes escribiera mucho. El 2016 fue un año bastante malo en muchos aspectos y creo que 2017 ha sido peor.
Tuve un periodo de éxtasis total en 2016 cuando supe que volvería a Europa. Ese fue mi último viaje como estudiante de doctorado, con gastos "pagados". Escribo "pagados" porque entre mi torpeza y el pésimo servicio de una aerolínea de idiotas llamada Alitalia, al final tuve que correr con los gastos yo mismo, endeudándome por primera vez con una cantidad de cinco dígitos... Deuda que aún estoy en vísperas de pagar.

También disfrutaba muchísimo mi labor como ayudante de un curso de mi maestría. En un principio había decidido realizar tal labor con miedo, porque tenía un largo rato sin hacer labores docentes de cualquier tipo, pero al final todo salió bien. Esto significó muchísimo trabajo tanto para mí como para los estudiantes, pero tengo la satisfacción de que los chicos dejaron en claro que todo ese trabajo les sirvió para algo bueno.

En algún momento de noviembre comenzó lo que sería la peor etapa de mi vida en mucho tiempo: el amor de mi vida, mi hijito peludo hermoso, mi adorado conejito Harry se enfermó de abscesos en la cara (hasta el día de hoy ignoro el verdadero porqué de tales cosas), motivo por el que mi bebé tuvo que por una primera cirugía. Según el "veterinario" que lo atendió, todo había salido bien y mi conejito se recuperaría... Qué gran mentira, como todas las que este falso veterinario de exóticos dijo durante todo el tiempo en el que estúpidamente confié en él.

Días después llegó el día de mi examen de grado del doctorado, arruinado por la neurosis de cierta persona de mi familia que no mencionaré. Después de ese día llegó la hora de volver a Mérida, aún en compañía de mi adorado bebé. Ese fue el peor fin de año posible (por eso no existe una publicación sobre mi Top 10 discos del año... No tenía ánimos para escribir sobre nada).

Ya en Mérida, otro veterinario se hizo cargo del caso de mi conejito, me explicó exactamente dónde estaba el problema, contradiciendo totalmente todo lo dicho por el idiota mentiroso en el que por tanto tiempo confié. Este nuevo veterinario operó nuevamente a mi bebé, debido a que los abscesos habían vuelto. Todo el tiempo nos dio diagnósticos cada vez peores, uno tras otro, aunque siempre parecía que mi hermoso orejón contradecía todos esos diagnósticos. Así fue desde las últimas semanas de 2016 y durante varios meses de 2017.

Después de esa segunda operación hubo una tercera, seguida de indicaciones para limpiarle los abscesos que no dejaban de aparecer. Para esto recibí muchísima ayuda de mi padre y hermano menor, pero aquellos fueron días de mucho dolor para mi bebé (esas limpiezas de abscesos son lo más horrible y doloroso que puedo imaginar). Aún así, todos pensábamos que mi niño hermoso mejoraría y durante algún tiempo pareció que así sería, hasta el fin de semana previo al 15 de mayo, después de muchos meses de luchar, de ponerse de pie, de seguir pidiendo caricias a pesar del dolor que yo le provocaba por la limpieza de los abscesos, las fuerzas de mi niño hermoso desaparecieron casi por arte de magia.

Mi niño ya no tenía fuerzas ni para mantenerse hecho "bolita"; se iba de lado, le resultaba imposible pararse, ya no tenía fuerzas para llegar a su charola a hacer del baño, a pesar de que siempre fue un conejito sumamente limpio y aseado, y el día 15 de mayo, el día más horrible para mí en muchos años, después de que casi saliera de casa con mi bebé en brazos, dispuesto a ponerlo a dormir, decidí despedirme de él, le agradecí todos los años que estuvo conmigo y toda la felicidad que me dio y, antes de poder salir de casa, él simplemente suspiró y se quedó dormido.

Sí, aquello suena a una historia cursi de esas que televisa y el cine comercial adoran, pero no es un cuento cursi, no es un invento mío y tampoco estoy seguro si creo que sea algo "bonito". Vi a mi niño travieso apagarse poco a poco hasta quedarse totalmente sin fuerzas, lloré su partida durante días y sí, pensé y a veces aún pienso que me queda poco (o nada) que me motive a seguir en este mundo. Ese conejito fue y sigue siendo mi todo y hoy, a casi siete meses de su partida, sigue haciéndome falta como si se tratara del aire que respiro.

Durante ese tiempo tenía mi primer trabajo como "doctor en ciencias": era profesor suplente en la Facultad de Matemáticas de la UADY. Fue un gusto trabajar con los alumnos que tuve (excepto por una "alumna" cuya mentalidad parecía la de una niña de 5 años y que es mejor no mencionar siquiera). Conocí gente sumamente genial con quienes tuve el gusto de compartir una oficina, echar relajo, comer, salir a bailar, "soltar veneno" y muchas cosas más; gente a las que considero mis amigos y amigas y que también extraño muchísimo.

Después de que mi niño hermoso falleció, el trabajo había disminuido, tenía mucho tiempo libre y mi permanencia en ese puesto pendía de un hilo. Realmente me daba lo mismo seguir teniendo trabajo o no, pero odiaba el tiempo libre y todo lo que pensaba ante la falta de algo que hacer, así que comencé a tomar cuanta oportunidad de hacer algo se me presentara... Otro fracaso más.

Un día empezaron a llegar varias convocatorias para puestos de profesor-investigador en varios lugares del país (tres, para ser exactos). Uno de ellos era para la Universidad de Guanajuato, en mi ahora amada ciudad de Guanajuato capital, la misma en la que adopté a mi fallecido bebé, en la que fui tan feliz gracias a mi bebé y a mis amigos y, a pesar de mi enorme falta de ánimos, decidí intentar ganar alguna de todas estas convocatorias.

Confieso que en un principio estaba más emocionado por ganar una convocatoria en CDMX, hasta que un día, antes de obtener respuesta en cualquier otro lugar, recibí la notificación de que había sido elegido para ocupar el puesto de profesor-investigador de tiempo completo como parte del Departamento de Matemáticas de la Universidad de Guanajuato. Ese fue el primer día en meses en el que volví a sentir un tipo de emoción positiva.

También tenía cierto desconcierto porque me había imaginado como ganador del puesto en CDMX, pero después de un análisis profundo de la situación y de los pros y contras de un puesto u otro, concluí que había ganado la mejor de todas las convocatorias en las que había participado.

Llegó el momento de planear una nueva mudanza de Mérida a Guanajuato, al mismo tiempo que lidiaba con problemas en (aparentemente) mi sistema nervioso, quizá motivados por la tristeza extrema y las discusiones que ocurrían entre mis padres y yo. A pesar de todo, desde el 7 de agosto de este 2017 laboro, aunque en calidad de "periodo de prueba", en la Universidad de Guanajuato impartiendo un curso de Álgebra Lineal (sorprendentemente, ya que esa fue una de las materias que más detestaba en la licenciatura). Creo que poco a poco me he adaptado a este nuevo ritmo de vida, quiero creer que mis estudiantes están a gusto conmigo (a pesar de que, de nuevo, estoy siendo considerado como el profesor que más tareas asigna y cuyos exámenes dan más miedo). Creo también que este es un muy buen grupo, lleno de chicos muy divertidos y muy trabajadores, lo cual por supuesto, ayuda a que mi labor como profesor sea un verdadero deleite.

El lado oscuro de todo esto, el "upside down" (ahora que Stranger Things está nuevamente en boca de todos), son los ratos a solas en mi departamento, el constante recuerdo de cómo le fallé a mi adorado babybunny y otros fantasmas que se han adherido a mí desde varios años y que evolucionan como si se tratara de un cáncer.

He vuelto a ver y a convivir (y "con-beber") con mis amigos, muchos que están próximos a irse debido a que se graduarán pronto y tienen ofertas laborales fuera de Guanajuato. Creo que cuando eso suceda deberé lidiar con fantasmas más fuertes, pero he decidido apostarle todo a estar muy ocupado, a seguir impartiendo clases y logrando que mis estudiantes aprueben como debe ser, también seguiré en la investigación (ha habido algo de avances en ese aspecto y espero que haya más) y espero también aprobar este periodo de prueba (cosa que sabré después de año y medio a partir del día en que he escrito esto) y después... Después quizá escriba qué ocurrió "después".

Sí, no suena como si realmente este año hubiera sido tan malo y quizá no lo ha sido, pero 2017 es el año en el que perdí lo que más amaba en la vida, el único ser por el que habría dado mi vida y el único al que llamaría "amor de mi vida". En ese aspecto estoy seguro que ha sido un año peor que 2016.

En este momento aún intento acostumbrarme a la ausencia de mi niño hermoso. No sé si algún día lo lograré, pero agradezco a toda la gente que me ayudó durante el tiempo en que debía ingresar documentos y demás para el puesto que por ahora tengo. Creo que si algo puede motivarme a cortar cabezas de dragones, caminar entre el fuego, navegar en aguas agitadas y demás, ese algo es definitivamente este trabajo...

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